jueves, 8 de marzo de 2018

Tres generaciones, una misma historia La marginación y la falta de orientación sexual contribuyen a que hijas de madres que dieron a luz siendo adolescentes también repitan la experiencia.


Tres generaciones, una misma historia




Santo Domingo
Aurora será abuela este año. A los 44 años. Su nieta Vanessa dará a luz en dos meses a un pequeño que será el único varón de una generación familiar protagonizada por tres mujeres que comparten una misma historia: el embarazo precoz.
Las tres son oriundas de un campo de La Vega en el que los “juntes” a temprana edad son vistos con indiferencia.
Aurora tenía trece años cuando quedó embarazada de Paula. Un tío la forzó a tener relaciones y por tratarse de un familiar no se pudo hacer mucho: la adolescente se quedó a vivir en la casa de sus padres y allí crió a la pequeña.
Paula fue a la escuela rural y terminó el octavo grado a los 15 años. No continuó los estudios “porque el liceo quedaba muy lejos” y se quedó en la casa. “Ayudando”, dice.
A esa misma edad quedó embarazada de un compañero de clases que no quiso hacerse cargo de la bebé que venía en camino y esta también se quedó, junto a su madre, viviendo en casa de los abuelos.
Ante la falta de oportunidades en el campo, Paula se mudó a la capital con Vanessa aún pequeña y se “arrimó” -expresa- donde una tía, hasta que pudo conseguir trabajo en casas de familia y en tiendas por departamentos.
A Paula, la experiencia de criar sola a la niña la frustró y no quiere tener más hijos. Su mamá, que tuvo cuatro más, es actualmente madre soltera y no le gusta hablar del tema.
A Vanessa, en cambio, hasta el año pasado le gustaba que la compararan con su mamá. Se sentía orgullosa de tener una mamá tan joven, de usar su ropa y maquillaje, de tener que aclararle a todo el mundo que no era su hermana.
Hasta que una prueba de embarazo le confirmó que ella también sería madre muy joven.
“Dios mío, se me vino el mundo arriba cuando lo supe. Jamás imaginé que me pasaría esto a los 14 años. Hasta los cuatro meses seguí en la escuela, pero ya la dejé para poder terminar el embarazo bien”, explica Vanessa con cara de resignación.
La joven, que cursa el segundo grado de secundaria (antes octavo), piensa seguir los estudios una vez dé a luz y no tiene planes de casarse con su novio, también compañero de clases.
“Eso sí -dice Vanessa muy seria y hasta con enfado-, te juro que después de vivir la experiencia de mi abuela, la de mi mamá y la mía puedes estar segura de que desde muy tempranito alertaré a mi hijo y a los otros, si los tengo, de todo lo que tiene que ver con la sexualidad”. 
 Un círculo que afecta a Las más pobres
La desigualdad social, la falta de orientación sexual y la marginación juvenil favorecen que hijas de madres que dieron a luz siendo adolescentes también repitan la experiencia en su adolescencia.  
Esto no significa que sea un patrón, explica la psicoterapeuta Luisa Romero, pues el embarazo precoz podría ocurrirle a cualquier adolescente sin importar clase social o nivel educativo.  
Incluso, asegura la terapeuta familiar, los cambios físicos y de comportamiento que aparecen durante la adolescencia y que motivan a los muchachos a ir contra las reglas, a experimentar o dar riendas sueltas a su recién descubierto impulso sexual, también podrían incidir en un embarazo precoz.  
La pregunta que se hacen muchos jóvenes como Vanessa es por qué antes no era mal visto que las adolescentes dieran a luz a los 14 o 15 años y ahora es un tema de debate público.  
Es un aspecto, explica la psicóloga, al que se le da especial importancia a partir de los años 70 del siglo XX.
Romero destaca cómo, ya para 1985, el reconocido médico cubano Celestino Álvarez Lajonchere alertaba en su libro Embarazo en la adolescencia que las modificaciones en el aparato genital estaban ocurriendo cada vez a edades menores, aumentando la posibilidad de que la mujer se embarace más tempranamente.  
“En la mayoría de los países latinoamericanos, la mitad de las niñas ya ha tenido su primera menstruación a los 13 años. No tenemos información tan precisa de la primera eyaculación del varón, pero en términos generales los cambios de la pubertad en los varones ocurren más temprano que en tiempos pasados”, escribió entonces el investigador.  
Antes era distinto
Hay autores, como el ginecólogo español José Gurrea, que también para 1985 apoyaban la teoría que atribuye a la nutrición el adelanto de la pubertad y con ella una de las causas del embarazo precoz.  
“Las jóvenes noruegas de mediados del siglo pasado tenían la primera regla a los 17 años, mientras que las actuales la presentan antes de los 13 años. La edad de aparición de la menarquía se adelanta en cuatro meses cada 10 años, al menos desde mediado del siglo XIX, lo que refleja la mejora en la nutrición materna, infantil y juvenil a lo largo de este siglo”, escribe Guerrea en La sexualidad: sexo, embarazo y contracepción en la adolescencia, citando a su vez datos de James Tanner de 1962.  
Guerrea insiste en que este adelantamiento, así como la disminución de la incidencia de aborto espontáneo, “juega un papel de primer orden en el aumento de embarazos en la adolescencia”.  
“El hecho de que la mayor parte de las chicas menstrúen antes de los 13 años implica que el 94 % de las jóvenes de 17,5 años son fértiles. Cuando hace 100 años la primera regla tenía lugar a los 16,5 años sólo el 13 % de las jóvenes de 17,5 años eran fértiles. El embarazo en los años de la adolescencia es hoy físicamente posible, mientras que hace un siglo no lo era”.
¿Y qué hay de los varones?
Gurrea apunta al respecto: “Los varones han ido retrasados con respecto a las chicas en todo el desarrollo puberal, lo que llevó a pesar que alcanzarían más tarde su capacidad reproductiva. Es falso. La producción de espermatozoides es uno de los cambios puberales más precoces, coincidente con el aumento de tamaño testicular, hacia los 12 años”.
El círculo
El tema se estudia desde hace décadas, comenta Romero. “Estos datos fueron publicados en 1985, hoy se sabe que factores como la marginación y la falta de orientación sexual figuran entre las principales causas del embarazo precoz y no planificado entre las adolescentes y estas causas, a su vez, permiten que el episodio se repita en las siguientes generaciones”.  
Por eso, agrega, estos casos suelen ser más frecuentes en ambientes rurales, “donde las niñas que no tienen acceso a estudios y oportunidades y ven como única alternativa de vida el matrimonio arreglado o el ‘irse’ con el novio”.
Este dato es avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando señala que aunque algunas adolescentes planean y desean su embarazo, “en muchos de los casos no es así”.  
“Los embarazos en la adolescencia son más probables en comunidades pobres, poco instruidas y rurales. En algunos países, los embarazos fuera del matrimonio no son raros. En cambio, algunas muchachas pueden recibir presión social para contraer matrimonio y, una vez casadas, para tener hijos. En países de ingresos medianos y bajos, más del 30% de las muchachas contraen matrimonio antes de los 18 años, y cerca del 14% antes de los 15 años”, apunta el organismo en su última nota descriptiva dedicada al embarazo en adolescentes (2014). 

Un tema complejo
Estos datos, de acuerdo con la OMS, hacen que el embarazo en adolescentes sea un tema culturalmente complejo.  
“La pobreza influye en la probabilidad que tienen las jóvenes de quedar embarazadas y si es así entran en un círculo vicioso, ya que la maternidad precoz suele comprometer sus resultados académicos y su potencial económico”, apunta la entidad.
Según el organismo, “unos 16 millones de muchachas de 15 a 19 años y aproximadamente 1 millón de niñas menores de 15 años dan a luz cada año, la mayoría en países de ingresos bajos y medianos”.  
En República Dominicana, el Mapa de Embarazos en Adolescentes publicado en 2017 registra que la tasa de natalidad en adolescentes de 15 a 19 años es de 90 por cada mil.  
El hecho de que los casos se repitan por tres generaciones corridas, indica una gran ausencia de educación sexual que se prolonga por décadas; y también desinterés por los riesgos del embarazo precoz entre madres e hijas, señala Romero.  
“Un vínculo famliar pobre, especialmente entre madre e hija, así como la inmadurez emocional de la progenitora, no contribuyen a cerrar el círculo de embarazos precoces
FUENTE: LISTIN DIARIO

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